“Si vivís en una villa y tenes mas de cuatro hijos sos una “negra de mierda”. Maru Botana tiene ocho y es un canto a la vida”

miércoles, 28 de septiembre de 2011

NOTA SOBRE EL PENSAMIENTO NACIONAL

Por Emanuel "fito" Arias. "Estudiante" / Militante M.U.E.
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En este primer número del boletín intentaremos establecer algunos alcances conceptuales sobre el pensamiento nacional y una pequeña clasificación de sus autores más representativos en vinculación con el área del conocimiento en el cual se desenvuelven. Somos concientes del desconocimiento que gran parte del estudiantado posee con respecto a este universo de pensadores, por eso te acercamos sus ideas para que puedas tener una mirada más amplia a la hora de hacer un análisis de la realidad. Aclaramos que cuando hablamos de pensamiento nacional no nos referimos a un sector político determinado, esto va más allá de todo movimiento o partido. Es una especie de Constitución Nacional del pensamiento ya que se ubica en la cúspide de la intelectualidad. Sin embargo también es necesario resaltar la siguiente situación: en ninguno de los programas de estudio de nuestra facultad encontraremos textos de sus representantes, ¿Cómo explicamos esto? Solamente explorando a través de las obras y sus autores.

¿Qué es el Pensamiento Nacional?
Para no aburrir con definiciones académicas vamos a acelerar la comprensión al oponer el objeto de nuestro interrogante con su enemigo natural el “pensamiento colonial”. Este enfrentamiento intelectual se irá explicando al andar de los párrafos, pero aclaramos que no es por mero capricho, sino porque en los países como el nuestro el pensamiento nacional discute el fenómeno de la dependencia, una condición económica, social, política y cultural estructural de nuestros países que impide la consumación de la nacionalidad y obstaculiza cualquier tipo de desarrollo independiente y sustentable en nuestros Estados. Según José Hernández Arregui la política de subordinación cultural tiene como finalidad la conquista de las mentalidades. Este mecanismo de dominación produce en los individuos de la Nación colonizada las condiciones necesarias para que ellos mismos sean utilizados como herramientas de su propio sometimiento, generando un sentimiento generalizado de falta de seguridad ante lo propio. La convicción de que la subordinación del país y su desjerarquización cultural es una predestinación histórica, con su respectiva sensación de ineptitud congénita con respecto al pueblo en el que se ha nacido y el convencimiento de que sólo la imitación de lo extranjero, lo civilizado, puede redimirlo, se transforma en una verdad indiscutible. ¿Se entendió? Bueno, en sí quiere decir que la colonización cultural que invade la conciencia nacional crea falsas premisas que son asimiladas como reales e indiscutibles y que nos impiden ver la realidad tal cual es. Algo muy parecido a lo que el maestro Arturo Jauretche llama “zonceras”. Aceptamos estas realidades como absolutas e inmediatamente nos ponemos, sin darnos cuenta, en una situación de indefensión y subordinación tan grande que ni siquiera las percibimos, lo que provoca ese convencimiento pesimista sobre los destinos de nuestra Nación -“este país no cambia más”- sin advertir que por ese pesimismo se forjan los lazos de la dominación. En fin, es una especie de método imperialista para producir una subordinación ideológico-cultural.
Esta dominación produce, en los Estados subordinados, una superestructura cultural, un verdadero “techo de cristal” que impide la creación y la expresión del pensamiento liberador que a su vez condiciona y contamina todas las estructuras culturales, instituciones con las que tenemos contacto diariamente en el transcurso de nuestras vidas; la escuela, la universidad, los medios de comunicación, etc. Con la expresión “techo de cristal” intentamos graficar la limitación invisible para el progreso de los intelectuales antihegemónicos a la hora de acceder a estas instituciones para promulgar su pensamiento. Y aquí es cuando surge como una forma de insubordinación ideológica el denominado pensamiento nacional en reacción al pensamiento colonial. Cuando ese pensamiento antihegemónico logra plasmarse en una política de Estado se inicia un proceso de insubordinación fundante que, de ser exitoso, logra romper las cadenas que atan al Estado, tanto cultural, económica, como políticamente, con las potencias hegemónicas.

Como no podía ser de otra manera, quienes primero absorbieron la influencia externa del discurso imperialista fueron las clases aristocráticas o los sectores dominantes, porque eran los únicos que tenían acceso, viajes en barco mediante, a las culturas europeas “superiores” del siglo XX. Ahora bien, ¿dónde reside la debilidad de estas clases ante el discurso colonizador? Precisamente en la zoncera madre -según Jauretche- que implica entender la cultura del dominante como el equivalente a la civilización y el medio indiscutido para alcanzar el anhelado progreso, en detrimento de lo autóctono, de nuestras costumbres, de nuestra cultura, por considerarla sinónimo de atraso, de barbarie. Así nace la falacia más nociva de la historia de nuestro país, la causa de todos los males que padecimos, que padecemos y que seguiremos padeciendo si no dejamos de ser zonzos: El progreso es el reemplazo absoluto de nuestra cultura bárbara por la cultura civilizada de los países desarrollados, resignando lo propio y adoptando todo aquello que sea importado por el solo hecho de ser importado, desde gorriones hasta un disco de Britney Spears,(Sobre este tema recomendamos leer Manual de zonceras argentinas de Arturo Jauretche, donde se le pasa factura a Sarmiento por estas confusiones).
Lo cierto es que los sectores dominantes niegan el pensamiento nacional por considerarlo bárbaro. Podemos citar varios ejemplos donde se aplica esta fórmula de negación de lo propio. El tango es uno de ellos, sabemos todos que en sus comienzos fue negado por las clases aristocráticas quienes lo consideraban bárbaro, “música arrabalera”, ellos se creían representados por la música clásica europea. Bastó que afuera se den cuenta de las fantástica y original expresión artística que era para, ahora sí, adoptarlo orgullosos como propio. ¿Ilusos no? En esta misma sintonía encontramos a un personaje ya muy citado en este tipo de ejemplos como lo fue la escritora Victoria Ocampo quien afirmaba que ella pensaba en francés y luego se traducía al español. Toda una cipaya. Más allá de que estas cosas hoy nos puedan parecer un disparate hay que aclarar algo, Victoria Ocampo, con su triste forma de pensar, fue un personaje oficial aceptada y reconocida por la “academia” en aquel entonces. Oficial en el sentido de que la estructura cultural formada por el pensamiento colonial, la presentaba como el ejemplo a seguir. Mientras que otros artistas o escritores como Enrique Santos Discépolo optaron por el camino opuesto, es decir, por canalizar su talento a través del pensamiento nacional haciendo letras para los hombres y desechando el rótulo de “hombre de letras”. Una especie de método nacional donde, primero se refleja la voluntad popular y a partir de ahi consigue que sus tangos sean un espejo de la imagen social de Argentina, además de ser cantado y difundido por el mundo (con Yira yira y Cambalache) ¡eso es hacer nación! y presisamente es eso lo que molesta.
Esta mas que claro que existe una especie de confusión entre cultura y civilización extranjera donde la segunda se ha institucionalizado en contra de la primera.

 A lo largo de la historia argentina el pensamiento dependiente ha tenido sus distinguidos representantes encontrando en Sarmiento uno de sus primeros padres zonzos, pero tuvo muchos discípulos que bien o mal intentaron seguir su tarea. Así quienes representaron en sus respectivos momentos la “civilización” (Mitre, Roca, Victoria Ocampo, Borges, Ghioldi, Manuel Estrada, entre otros) serán mimados, difundidos (a través de la prensa) y enseñados (a través de las instituciones educacionales), la historia los tratara como próceres nacionales cuando en realidad de nacionales no tenían nada, pero esto poco importa, porque el fin de practicar la falsificación de la historia es político, destinada a servir a la oligarquía local y a consumar la dependencia económica del país.

Ahora vengamos de este lado. Quien intente hacer un verdadero aporte a la cultura, inmediatamente es puesto en su lugar, una especie de papelera de reciclaje, donde la superestructura se encargara de eliminar todo aporte y donde el único destino es el olvido. Y sino dígame usted, señor estudiante de abogacía de la Universidad Nacional del Litoral, si alguna vez, a través de los medios o en alguna cátedra, se dedico algún espacio medianamente central a pensadores de la talla de Raúl Scalabrini Ortiz, José Hernández Arregui, Rodolfo Puiggrós, Jorge Abelardo Ramos, etc. ¡Ni ahí! A lo sumo habrá sonado alguna vez “San Jauretche” de “Los Piojos” en alguna peña en el bar de la facu, pero no más que eso. Está clarísimo, el sistema castiga a aquellos pensadores que han intentado trascender el límite de esa “nube civilizadora”, la superestructura cultural les ha negado el acceso a las diferentes estructuras mediáticas y educacionales de nuestra sociedad. Esta negación sistemática es el resultado más leve, muchos de ellos; Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Francisco “Paco” Urondo, Rodolfo Ortega Peña, Carlos Mugica, Héctor Germán Oesterheld, entre otros, debido a su compromiso y su lucha, debieron pagar sus ideas con sus vidas. No vamos a reflexionar profundamente sobre esta situación porque lo que nos interesa es que logres un acercamiento a estos verdaderos grosos, te intrigues con sus textos, y los entiendas desde nuestra perspectiva actual.


La historia falsificada tiene a su favor todas las estatuas y todos los retratos en todas las plazas y en todas las escuelas y en todos los Rotary Clubs y Leones y en todos los diarios y en todas las revistas, y la historia tal como se enseña en la escuela, lo que dicen los textos y las cátedras desde las secundarias a las universitarias.¨
Arturo Jauretche

Vinculación pensadores nacional con la disciplina o práctica que provienen: exponemos esta clasificación de manera  ilustrativa y  sintética:

Pensamiento proveniente del ámbito                                   de las letras, la música o la pintura
José Hernández, Ricardo Carpani
Pensamiento científico-universitario
Filosofía: Juan José Hernández Arregui, Guillermo Gutiérrez

Epistemología o debate sobre la ciencia    Amílcar Herrera, Ricardo Guardo,
 OscarVarsavsky

Historia: Rodolfo Puiggrós, José María Rosa
Pensamiento social y político no académico
Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, John           William Cooke
Pensamiento ligado a los Medios                                                  de Comunicación y la prensa
Rodolfo Walsh, Rogelio García Lupo
Fuente: Centros de estudio Juan José Hernández Arregui. ¨ La colonización cultural

Para finalizar con la exposición de este primer número aclaramos que en las siguientes publicaciones del Boletín de prensa insistiremos con reflexiones relacionadas a la temática. Esperamos que sepas valorar el esfuerzo que destinamos en la realización del boletín para que no termine por convertirse en un bollito de papel. Además te invitamos a acercarnos cualquier información, texto, dibujo, invitación, etc. que quieras que se difunda por este medio

domingo, 25 de septiembre de 2011

República de Chile S.R.L.


Por Damián Patricelli.

¿Hasta dónde llega el mercado? Esa es la cuestión. Si hay algo que atenta con la optimista visión dialéctica de la historia que Hegel nos enseñó, entendida como la negación de la situación establecida para luego confluir en una síntesis superadora que integre los dos estadios anteriores, es la “evolución” que ha adoptado esta especie de entelequia liberal llamada mercado.

Partiendo autoritariamente desde lo que podemos considerar como el nacimiento del pensamiento occidental, el intercambio de bienes para combatir la imposibilidad de la autosuficiencia ya se consideraba determinante en la sociedad griega. Platón en La República elabora teóricamente lo que considera la ciudad ideal e incluye a los mercaderes, intermediarios entre los productores de bienes y los consumidores, como elemento fundamental el tramado social.  Esta corporación fue adquiriendo importancia a medida que las sociedades se hacían más complejas y si bien durante la Edad Media los “estados” (feudos, reinos, ciudades-estado, etc.) totalitarios consolidaron su poder fundado en el derecho natural de los reyes como titulares de un mandato divino, esta situación no se mantendría inmutable por mucho tiempo más. Debemos ubicarnos bruscamente en el descubrimiento de América, en 1492, para entender el inmenso crecimiento de la influencia de esta clase mercantil pre industrial a partir de lo que Marx llamó Proceso de acumulación originaria. A costa de la explotación colonial la floreciente burguesía europea logra concentrar un poder económico nunca antes visto, lo que se traduce indefectiblemente en la consolidación del poder político a partir de la Revolución Americana de 1776 y la Revolución Francesa de 1789.
Este forzado e inmensamente incompleto resumen explica el acceso a los ámbitos de decisión de lo que conocemos como burguesía capitalista lo que en su momento fue un salto cualitativo en la evolución humana, porque es obtuso y poco serio negar la influencia decisiva que los ideales de libertad, igualdad y fraternidad tuvieron en la conformación de los Estados de Derecho que conocemos actualmente. Decididamente el liberalismo político fue un avance importante si hablamos de los derechos individuales y de representación, teniendo en cuenta la situación de totalitarismo esotérico reinante en el Medioevo.
El problema vino después, cuando los fundamentalistas del liberalismo económico creyeron que la mano invisible de Adam Smith (férreo enemigo de los monopolios y del genocidio colonial) era una especie de dios todopoderoso que no se equivocaba simplemente porque no podía hacerlo, porque esa opción no estaba dentro de sus posibilidades, sin advertir que estaban creando un monstruo que más tarde, precisamente ahora, atacaría a sus propios creadores al mejor estilo Frankenstein. El mercado fagocitó todo lo que se le cruzó por delante y redujo al Estado (principalmente en los países del margen como los de Latinoamérica) al rol de gendarme y restaurador de sus intereses supranacionales.
La antinomia liberalismo-intervencionismo tiene un largo recorrido y permite discusiones que van desde las concepciones filosóficas que jerarquizan los valores de cada individuo hasta la imposibilidad de nuestras niñas de disfrutar de sus Barbies a causa de las políticas de comercio exterior. Pero creo que vivimos tiempos propicios para volver a poner límites, derribar dogmas históricos, volverse autoritarios sobre estos aspectos y entender que existen cosas que no se negocian. Por más que los billetes tienten a los dueños del mundo, la educación y la salud son derechos humanos básicos e imprescindibles y su goce no puede estar condicionado por la capacidad económica de la persona titular, el Estado tiene la obligación de garantizarlos a pesar de que no se consideren como inversiones públicas sino como gastos y se los ataque por deficitarios, esa obligación existe por más que para algunos “den pérdidas”. Esta última afirmación hace estremecer a los que insisten en comparar un país con una empresa, a los que confunden la eficacia resultadista con la eficiencia articulada de todos los aspectos que deben ser tenidos en cuenta para tomar las decisiones de poder, orientadas a la mejora de la calidad de vida de la mayor cantidad de gente posible.
Resulta interesante como una realidad que a nosotros nos parece una situación normal (por lo que muchas veces no le damos el valor que merece) como la gratuidad de la educación superior, exigida por la Reforma Universitaria de 1918 pero concretada recién en 1949 mediante el Decreto Nº 29.337 firmado por el Gral. Perón (aunque al socialista Américo Ghioldi no le gustó, las universidades se llenaron de alpargatas y de libros), en el otro lado de la cordillera es un anhelo por el que miles de jóvenes, y no tanto, reciben palazos de una administración que piensa que la educación es un bien de consumo. ¡No Señor Piñera! Usted no puede manejar el Estado como maneja sus empresas, no puede materializar la necesidad de instrucción del pueblo chileno como si fuese una botella de Coca-Cola: el que tiene dinero la compra y el que no toma agua, porque cuando hablamos de educación no tenemos otra opción más económica, directamente nos morimos de sed.
 “[…] Para que termine esta realidad brutal se requiere un profesional comprometido con el cambio social, se necesitan profesionales que no busquen engordar en los puestos públicos en las capitales de nuestras Patrias. La obligación del que estudió aquí es no olvidar que esta es una Universidad del Estado, que la pagan los contribuyentes, que la inmensa mayoría de ellos son los trabajadores y que por desgracia en esta Universidad, como en las Universidades de mi Patria, la presencia de hijos de campesinos y de obreros alcanza un bajo nivel todavía […]”. Esto decía Salvador Allende en la Universidad de Guadalajara, México, en el año 1972, si recordamos el trágico final de este gran presidente chileno podemos concluir que, tanto en nuestro país como en toda América Latina, la conquista, defensa y profundización de los derechos para las mayorías excluidas fueron obtenidas luego de feroces luchas, que nosotros debemos reivindicar y tener presentes a la hora de disfrutar los beneficios que otros consiguieron para ellos y para los que vinimos después y que hoy mismo nuestros hermanos chilenos están tratando de conseguir para ellos mismos, y para los que vendrán.