En estos últimos días fuimos testigos de ciertos dichos que me dejan cada vez más perplejo, me hacen dudar de mis propias creencias acerca de la bondad (equivocada) de ciertos sectores con los cuales comparto, únicamente, la preciada cualidad de ser argentino, me obligan a replantearme la finalidad última de grupos de poder que difieren con uno tanto en las concepciones filosóficas acerca de la vida como en la manera de ver la realidad y de tratar de prever el futuro.
Primero lo escuché al primer ministro británico David Cameron defender el derecho de autodeterminación kelper con un: ``No vamos a sentarnos a dialogar. Punto final de la historia´´. Me indignó, como a todos, pensé. A continuación leí un comunicado de la Cancillería: ``La actitud británica evidencia una falta de respeto al derecho internacional que ese país ha venido demostrando en relación con la persistencia de una anacrónica situación colonial que agravia no sólo a la República Argentina, sino también a la región en su conjunto, tal como lo demuestran las múltiples manifestaciones de preocupación por la situación planteada, emitidas por la OEA, Mercosur, Grupo Río, Cumbre Latinoamericana y del Caribe y la Unasur´´. Me empezó a gustar un poco más la cosa, empecé a vivir esa sensacional experiencia superadora que tenemos cuando modificamos nuestro punto de vista sobre algo determinado, cuando aprendemos, cuando reconocemos que el otro tiene razón, en fin, cuando cambiamos (para mejor). Después la escuche a la Presidenta considerando los dichos de Cameron como ``Un gesto de mediocridad y casi estupidez´´, para luego lucirse con un: ``Los argentinos nunca creímos en los puntos finales, ni en los Derechos Humanos ni mucho menos en los derechos soberanos sobre nuestras Islas Malvinas´´ y rematar calificando a Gran Bretaña como: ``una burda potencia colonial en decadencia´´. ¡Gracias Cameron! grité, al fin una en la que todos vamos a estar de acuerdo (porque sigo sosteniendo que se trata de eso), nos peleamos por la AUH, por la estatización de las AFJPs, por la 125, por la Ley de Medios, por el Matrimonio Igualitario, pero con esto no. Esto tenía que ser el inicio de una serie de coincidencias a nivel nacional que iba a abarcar a todos los sectores para comenzar a construir la liberación económica definitiva, para alcanzar la anhelada Patria justa, libre y soberana con la que tanto soñamos. Me bajaron de un hondazo.
No tardó en aparecer la intelligentzia recalcitrante, que se esmera cada día en hacerme cambiar de opinión y definirlos como unos cipayos vende patria a sabiendas y con intereses en juego, que con tal de atacar a este gobierno no dudan en ponerse el parche en el ojo, la pata de palo y el loro en el hombro para ser voceros de naciones que nos roban territorios y recursos a todos los argentinos. ¿Qué respuesta esperaban ante el discurso impresentable de Cameron?, ¿Porqué exigen diálogo y mesura a los representantes de nuestro país cuando del otro lado dicen las barbaridades que dicen y de antemano se niegan a resolver los problemas en la mesa de negociaciones? Por suerte estoy seguro en la responsabilidad de nuestra mandataria y descarto de raíz la posibilidad de repetir aventuras de ebrios trasnochados, que le causaron tanto dolor a nuestra Nación, para perpetuar el exterminio de nuestro país aunque sea por un par de meses más. Qué otra cosa se le puede exigir a nuestra representante que firmeza y decisión en un reclamo tan legítimo y pacífico como el referido a la soberanía sobre nuestras Islas Malvinas, habría que preguntarles a los editorialistas de los grandes diarios argentinos (que es lo mismo que preguntarle a casi todo el arco opositor).
Pero cuando se me pasó un poco la indignación me empecé a acordar de que yo a esto ya lo había vivido (o leído) con anterioridad, y así era nomás.
Allá por 1832 (el 20 de diciembre) los piratas desembarcaron, pesé al pacto de paz con la Confederación Argentina, en las Islas Malvinas luego de que la corbeta yanqui USS Lexington destruyera las defensas argentinas en Puerto Soledad. Para el 3 de enero de 1933 en las Islas no quedaba ni el gobernador Luis Vernet y la bandera británica ya flameaba en nuestra tierra, bajo el mando del comandante John Onslow. Los que si se quedaron fueron los peones de Luisito, ya que los solidarios y desprendidos ingleses le permitieron seguir explotando sus bienes con su propia mano de obra.
Este grupo de gauchos y charrúas empezó a sufrir una serie de atropellos por parte de los ingleses que trataron de expandir sus tareas laborales a cambio de nada, ya que los vales que se utilizaban como forma de pago no eran aceptados por los almacenes de las islas, que estaban a cargo de un administrador general civil impuesto por los ingleses, el irlandés William Dickson. El 26 de agosto de 1833 (fecha que ni siquiera he oído mencionar a lo largo de toda mi educación primaria, secundaria y en lo que va de la universitaria) un grupo de dos gauchos y cinco charrúas acaudillados por el entrerriano Antonio Rivero dijeron basta. Con sus humildes armas que no conocían el poder de la pólvora (boleadoras, facones y lanzas) se levantaron contra la opresión extranjera y luego de un enfrentamiento del cual resultaron muertos el ex mayordomo del gobernador Vernet, un capataz de apellido Simon, el administrador británico de las islas Dickson y dos colonos ingleses, los argentinos recuperamos las Islas Malvinas.
Los sublevados se instalaron en la Casa de Gobierno, arriaron la bandera británica e izaron la celeste y blanca. Además permitieron a los colonos ingleses refugiarse en un islote, respetando sus vidas y la convivencia pacífica, a la espera de que las autoridades argentinas (bastante desorganizadas y enfrentadas en esas épocas) se hagan cargo del asunto, cosa que nunca sucedió. El 9 de enero de 1834 arribaron a la Isla Soledad las naves inglesas HMS Challenger y HMS Hopeful al mando del teniente Henry Smith que inmediatamente y debido a su fuerza desproporcionalmente superior obligó a Rivero y sus hombres a escaparse tierra adentro, lugar donde serían capturados tiempo después para ser llevados a Gran Bretaña, restableciendo el dominio inglés sobre las islas. En el Reino Unido se condenó a los gauchos a la pena de muerte, sentencia que no se llegó a cumplir por impugnaciones de competencia permitiendo que el gaucho Antonio Rivero devuelto con vida a Montevideo. Una de las versiones de su muerte dice que falleció el 20 de noviembre de 1845 defendiendo, una vez más, la soberanía nacional en la Vuelta de Obligado.
Pero más allá de esta heroica historia de vida la sorpresa la da, como siempre, la intelligentzia civilizadora en 1966, cuando desde la Academia Nacional de Historia se descalificó institucionalmente a estos patriotas condenándolos como delincuentes (luego de una investigación basada íntegramente en documentos británicos) por considerarlos movidos únicamente por el descontento con el pago de sus tareas, sin tener en cuenta la lucha por la defensa de la soberanía nacional sobre nuestros legítimos territorios y por la abolición de las condiciones de esclavitud de hecho que sufrieron y siguen sufriendo los peones rurales. Siendo funcionales una vez más a los intereses foráneos frente a los del pueblo argentino en su conjunto con respecto a los derechos sobre las Islas Malvinas, en esta interminable serie de relaciones carnales a lo largo de la historia. Esto no nos debe sorprender, la explotación extranjera siempre necesitó de socios locales para llevar a cabo sus saqueos, que también se benefician con ellos a costa del resto de los argentinos, por suerte ahora no tienen la base de operaciones en Balcarce 50. A veces llego a pensar seriamente, al borde del convencimiento absoluto, que cuando ven la repetición del gol de Diego a los ingleses en el 86´ todavía hacen fuerzas para que el 10, ya medio desde el piso, estrelle la redonda contra el palo y se vaya afuera. Pero no, debe ser mi imaginación nomás.
Damián E. Patricelli, 23 de junio de 20011.
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